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CHARLATÁN DE FERIA | Esteban Damán Casas

Charlatán de feria

de Esteban Damián Casas

-¿Qué está pasando vasco? ¿Cómo puedo ayudarte? ¡Me enteré del despelote en el que estás
envuelto! –le preguntó el Tano a su amigo que se encontraba recluido en la biblioteca.
-¿Cómo estás hermano del alma...? ¡Soy un tarado! ¡Todo esto me pasa por confianzudo! ¡Yo no
aprendo más! –se auto reprendió el Vasco.
-¡Vamos che! Tranquilo porque yo también estoy involucrado en esto desde que me sugeriste frente
a la Asamblea Ordinaria como director técnico de fútbol; ¿te acordás hermano?! ¡Contáme que fue
lo que pasó! -le insistió el Tano buscando aliviarle tanta culpa.
-¡Como pude haber sido tan gil! Me deje engatusar como a un niño. Compré por calentura sin auto-
rización de la Comisión Directiva un lote de libros para esta biblioteca a un charlatán de la feria que
me hizo el chamuyo que su mercadería era especial porque sus ejemplares contaban con radiación
residual de fondo perceptibles con los sentidos. –se lamentó el Vasco.
-¿Cómo, cómo... cómo? –le interrogó el Tano sorprendido por la incoherencia de lo escuchado.
-¡Sí, Señor! Tal cual como lo estas escuchando. Fue... ¿viste en esa Feria de la vieja Estación de
Trenes que se hace una vez cada tanto?!... Bueno, ahí había un puestero que me hizo precio por un
lote a caja cerrada de libros usados con la excusa que de los mismos se podía percibir la esencia
de sus autores. –relató el vasco.
-¿Y entonces? –le indagó el Tano.
-Nada. Me hizo creer que así como la Nasa había demostrado que en el Universo había ra-
diación residual del pasado deambulando por los confines del cosmos; en las cosas hay algo
similar. O sea que, los libros que me vendió, contarían con “algo” sólo perceptible por los sen-
tidos agudizados.... Me metió el perro y entré como un burro!!!... y yo pensando que los pibes
del barrio se acercarían por curiosidad a la biblioteca a leer y a percibir la radiación del pasado
de fondo de los autores de los libros. Después del Quijote en orden de incrédulos sigo yo!. –se
quejó el Vasco bastante fastidiado.
-¿O sea que en el sonido de los caracoles de mar se perciben viejos oleajes de viejos mares?
–le cuestionó el Tano.
-¡Qué sé yo! Ahora estoy metido en un flor de quilombo. La Comisión Directiva me retiró su apoyo.
La Comisión Revisora de Cuentas pidió mi cabeza. Estoy en boca de todos los socios de la oposi-
ción. En cualquier momento te arrastro en mi caía. Con suerte logré que la Asamblea Extraordinaria
que resolverá mi continuidad se realice después de la final de la copa de fútbol. Pero de qué sirve
ganar semanas si la suerte ya está echada.
-Bueno. ¿Veamos cómo podemos revertirlo? –le animó el Tano.
-Yo me hago cargo de la mala compra y de no haber procedido conforme a lo que marca el
estatuto; pero convengamos que es la excusa perfecta para sacarme del cargo. Nunca me van
a perdonar que haya gestionado la conversión de la vieja biblioteca barrial de una veintena de
socios en la actual biblioteca popular del pueblo. Nunca me van a reconocer que puse en un
pie de igualdad a lo deportivo con lo cultural. Hasta les jode que tenga mi oficina al fondo de
la biblioteca. Estos son mis últimos días en este Club. ¡Dejé mi vida en esta institución! Desde
niño frecuento este lugar. ¿Y ahora qué?
-Bueno che... no veas todo lo malo. ¿Algo de lo que compraste se puede rescatar? –le preguntó el
Tano como queriéndole llevar para el lado positivo de las cosas.
- Nada de nada. Desastre total. No coinciden las tapas con los contenidos. Hay libros con páginas
en blanco. Faltan hojas. Capítulos mal encuadernados e impresiones de mala calidad... Soy el único
tarado que juzgó a los libros por su tapa. Toda una vida aquí adentro y mira donde vengo a meter

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