Page 10 - ALL BOYS | HISTORIAS DE MI CLUB
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ALL BOYS | HISTORIAS DE MI CLUB
estas lides había sido por los tristes días finales de De La Rúa del 2001 y el “que se vayan
todos”. Pero éste era un domingo feliz.
¡Qué hermoso estadio! Ese cantito de la hinchada, “todos unidos la banda y los jugadores”
define perfecto la energía que se sentía. El partido en el Gigante de Arroyito comenzó como
continuación inmediata del de Floresta: el Albo era activo y Rosario depresivo.
El primer gol desato un carnaval y la gente se miraba con rostros que decían: —Sí, es cierto,
está pasando. Señoras, señores, pibes, la barra todos soñando en blanco y negro. Al segundo
gol el destino parecía sellado. El entretiempo impresionante, los canallas desolados se sabían
derrotados y sufrían en silencio su destino inevitable. El tercer gol fue como los bises de un
recital, el hilo de esperanza que les quedaba a los locales se soltó como una hilacha y se voló.
Contrastaba su tristeza con el delirio de los de Floresta. ¡Si, si es cierto! Se miraban y se decían
los muchachos mientras se agarraban la cabeza, miraban el campo de juego y se abrazaban,
era cierto, estaba pasando. El final con los jugadores trepados al alambrado dedicando el triun-
fo, que tuvo tanta clase que se ganó el aplauso de los doloridos plateistas de Rosario. Uy, ahí
me acordé del querido “negro” Fontanarrosa, al menos no tuvo que vivir esta tristeza.
Impecable la hinchada de All Boys “nunca puteando siempre alentando”, disfrutando y respe-
tando el dolor. Eso fue muy bueno, sobre todo para salir con vida de Rosario. Por las dudas
igual la policía nos hizo salir por un larguísimo camino alternativo. A cuadras del estadio se
rompió nuestro micro y todos corrimos a subirnos rápidamente a otro porque no era buen día
para perderse en esta ciudad furiosa y dolorida donde no debía faltar algún estúpido a la caza
de enemigos y sus medios de transporte.
Ya en la ruta a Buenos Aires, los pibes, los más chicos sobre todo, soñaban palmados pero con
los ojos bien abiertos sus delirios ganadores: próximos viajes a Mendoza, la visita al Monumen-
tal... ¡A la Bomboneeera!…
Mientras, en Floresta, se armaba el carnaval del ascenso.
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estas lides había sido por los tristes días finales de De La Rúa del 2001 y el “que se vayan
todos”. Pero éste era un domingo feliz.
¡Qué hermoso estadio! Ese cantito de la hinchada, “todos unidos la banda y los jugadores”
define perfecto la energía que se sentía. El partido en el Gigante de Arroyito comenzó como
continuación inmediata del de Floresta: el Albo era activo y Rosario depresivo.
El primer gol desato un carnaval y la gente se miraba con rostros que decían: —Sí, es cierto,
está pasando. Señoras, señores, pibes, la barra todos soñando en blanco y negro. Al segundo
gol el destino parecía sellado. El entretiempo impresionante, los canallas desolados se sabían
derrotados y sufrían en silencio su destino inevitable. El tercer gol fue como los bises de un
recital, el hilo de esperanza que les quedaba a los locales se soltó como una hilacha y se voló.
Contrastaba su tristeza con el delirio de los de Floresta. ¡Si, si es cierto! Se miraban y se decían
los muchachos mientras se agarraban la cabeza, miraban el campo de juego y se abrazaban,
era cierto, estaba pasando. El final con los jugadores trepados al alambrado dedicando el triun-
fo, que tuvo tanta clase que se ganó el aplauso de los doloridos plateistas de Rosario. Uy, ahí
me acordé del querido “negro” Fontanarrosa, al menos no tuvo que vivir esta tristeza.
Impecable la hinchada de All Boys “nunca puteando siempre alentando”, disfrutando y respe-
tando el dolor. Eso fue muy bueno, sobre todo para salir con vida de Rosario. Por las dudas
igual la policía nos hizo salir por un larguísimo camino alternativo. A cuadras del estadio se
rompió nuestro micro y todos corrimos a subirnos rápidamente a otro porque no era buen día
para perderse en esta ciudad furiosa y dolorida donde no debía faltar algún estúpido a la caza
de enemigos y sus medios de transporte.
Ya en la ruta a Buenos Aires, los pibes, los más chicos sobre todo, soñaban palmados pero con
los ojos bien abiertos sus delirios ganadores: próximos viajes a Mendoza, la visita al Monumen-
tal... ¡A la Bomboneeera!…
Mientras, en Floresta, se armaba el carnaval del ascenso.
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