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11.659 DÍAS DESPUÉS | Juan Ignacio Agosta

decía que iban a terminar todos (o casi todos llorando) hubiesen imaginado que Argentina se
queda afuera del mundial. ¿Qué otra cosa tan triste podría ocurrir esa tarde-noche en esa casa
de Villa Pueyrredón?

Iban 0 a 0 y Perú en 15 minutos pegó dos pelotas en los palos. Me podría imaginar un silencio
ensordecedor en el Gigante de Arroyito, que estaba colmado de 40 mil argentinos que en ese
momento habrán reducido drásticamente sus ilusiones. Los peruanos tenían una gran selec-
ción por esos años, tal vez la mejor de la historia me dijo mi viejo. Y hacerles 4 goles en esos
años no era un trámite como puede ser ahora.

A los 21 minutos Kempes tira una pared, entra al área con pelota dominada y cruza un zurdazo
que se mete abajo al lado del palo izquierdo, para permitir el desahogo de todos los argentinos,
futboleros o no. Después el conejo Tarantini conecta un cabezazo y marca el segundo gol en
Rosario. Las esperanzas aumentaban, pero el tiempo pasaba y se iban al descanso. Aun dos
goles nos separaban de la hazaña. Ni bien arranca el segundo tiempo, otra pared del Matador,
pero esta vez adentro del aérea, la pelota le queda picando a 5 metros del arco. Infalible el 10
argentino de zurda, convierte el 3 a 0.

Faltaba un gol y quedaban casi 40 minutos, no había tantas razones para estar nervioso, todo
indicaba que de alguna forma el gol tan deseado iba a llegar. Pero mi abuelo se ve que no lo
entendió de esa manera.

Me lo puedo imaginar. Mario Alberto Kempes recibe la pelota fuera del área, mi abuelo deja de
tomar lo que estaba tomando. Apoya el vaso en la mesa. El Matador la abre para Larrosa que
desborda por el lateral izquierdo y antes de llegar al fondo, con su zurda exquisita tira un centro
perfecto -Lo puedo ver- Mi abuelo saltó de la silla, como si él fuese quien debía meter el cabe-
zazo. Ya estaba a dos metros la tele, casi a la misma distancia que Passarella del arco. El Káiser
salta más alto que todos, era su gol. Pero apareció Luque para estirar la agonía y a centímetros
de la línea se tiró de palomita para meterse no solo adentro del arco sino también en la historia.
Estoy completamente seguro que ahí fue cuando el corazón de mi abuelo dijo “¡ya está, ya hice
mi tarea. Chau!”. Y se detuvo. Tal vez lo último que llego a ver fue la red moverse y los bigotes
de Luque. El milagro ya estaba consumado. Faltaban dos goles argentinos. Pero el partido en
la casa de mi mamá se terminó ahí. El mundial se había acabado ahí.

Cuatro días después Argentina saldría campeón por primera vez en su historia y mi abuelo no
lo pudo ver. Murió sin ver el obelisco colmado de argentinos con banderas celestes y blancas,
pero también sin escuchar las mil elucubraciones sobre el partido con los peruanos, si Videla
realmente “visitó” a los jugadores al vestuario previo al partido apelando a su solidaridad suda-
mericana e instigándolos a que se dejen perder para evitar una catástrofe social, o si realmen-
te el General tuvo una dudosa conversación con Quiroga, el arquero de Perú pero nacido en
nuestro país.

En fin, ese día de junio del ´78 fue cuando realmente comenzó esta historia.

Miren si el destino no es perverso que 32 años después ese día la vida me llevó al mismo es-
tadio. Yo con mis 21 años me encontraba en la tribuna visitante esperando que salga All Boys
a una cancha repleta de hinchas de Central. El aliento de los poco más de cinco mil hinchas
resultaba ensordecedor, entre todas las voces se encontraba la mía. Yo no me escuchaba, no
podía ni pensar, saltaba sin cesar, por momentos sentía que no tocaba el piso. Estaba como en
un trance místico, nunca tuve una sensación similar, mezcla de alegría, excitación y ansiedad.
Pero de pronto algo me despertó, como un soplido que me hizo volver a la realidad, fue la mira-
da de mi mamá. Vi sus ojos, sentí como mía su preocupación y entendí todo. Seguramente no
temió por mi corazón, pero si por mi frustración. Por más que entienda poco y nada de fútbol
una madre percibe como nadie el dolor en un hijo y si ese día no ganamos seguramente iba a
ser el día más triste de mi vida, y ella de nuevo al lado del dolor.

El partido empezó como una verdadera final, con nerviosismo y errores, pero por suerte para

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