Page 12 - ALL BOYS | HISTORIAS DE MI CLUB
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ALL BOYS | HISTORIAS DE MI CLUB
gambeta, desparpajo, alegría, era un artista de malabares, sus movimientos me llenaron la
vista, y a partir de ese momento se convirtió en mi ídolo.
Trataba de copiar su estilo, sus desplazamientos mágicos y sus pisadas únicas. Insinuaba co-
rrer hacia la derecha, pero de golpe se frenaba y salía disparado hacia el otro extremo.
Cuando venía el balón amagaba ir a buscarlo y enseguida como un resorte salía hacia adelante,
la redonda pasaba, y dejaba desairado a su marcador, algunos de ellos deseaban que se los
tragara la tierra y otros salían a la caza de las piernas de este Chaplin con alas.
El resultado fue anecdótico, perdimos, pero no me importó porque había conocido al mejor
jugador de todos.
Su tarde gloriosa fue en el mismísimo Monumental, cuando All Boys derrotó a River tres a uno
con dos goles de él. La revista El Gráfico tituló aquella epopeya como “La clase obrera va al pa-
raíso” rememorando el nombre de la conocida película italiana estrenada por aquellos tiempos.
A partir de ese momento la hinchada lo reverenció, y cada vez que frotaba la lámpara con algu-
na genialidad, se escuchaba el clásico “Brasilero, Brasilero que juegue en Brasil”
Iba a las prácticas para que me firmara autógrafos, y él me concedió todos los que le pedí.
Muchos años después, y ya radicado en su Curitiba natal, a través de su hija lo contacté por
internet y pude decirle –cámara web mediante– todo lo que representó para mí como jugador.
Lo ví lagrimear y su hija comentó: -está muy emocionado no puede hablar.
Con la misma rapidez que cuando jugaba al futbol, se levantó de la silla y fue en búsqueda de
las fotos de distintos planteles de All Boys que integró, demostrándome que también, y a pe-
sar de los años y la distancia, su corazón estaba pintado de blanco y negro.
Su nombre, José Carlos Andrade –Zezinho–, pero para todos los que tuvimos la suerte de verlo
jugar será por siempre el brasilero Andrade… mi ídolo.
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gambeta, desparpajo, alegría, era un artista de malabares, sus movimientos me llenaron la
vista, y a partir de ese momento se convirtió en mi ídolo.
Trataba de copiar su estilo, sus desplazamientos mágicos y sus pisadas únicas. Insinuaba co-
rrer hacia la derecha, pero de golpe se frenaba y salía disparado hacia el otro extremo.
Cuando venía el balón amagaba ir a buscarlo y enseguida como un resorte salía hacia adelante,
la redonda pasaba, y dejaba desairado a su marcador, algunos de ellos deseaban que se los
tragara la tierra y otros salían a la caza de las piernas de este Chaplin con alas.
El resultado fue anecdótico, perdimos, pero no me importó porque había conocido al mejor
jugador de todos.
Su tarde gloriosa fue en el mismísimo Monumental, cuando All Boys derrotó a River tres a uno
con dos goles de él. La revista El Gráfico tituló aquella epopeya como “La clase obrera va al pa-
raíso” rememorando el nombre de la conocida película italiana estrenada por aquellos tiempos.
A partir de ese momento la hinchada lo reverenció, y cada vez que frotaba la lámpara con algu-
na genialidad, se escuchaba el clásico “Brasilero, Brasilero que juegue en Brasil”
Iba a las prácticas para que me firmara autógrafos, y él me concedió todos los que le pedí.
Muchos años después, y ya radicado en su Curitiba natal, a través de su hija lo contacté por
internet y pude decirle –cámara web mediante– todo lo que representó para mí como jugador.
Lo ví lagrimear y su hija comentó: -está muy emocionado no puede hablar.
Con la misma rapidez que cuando jugaba al futbol, se levantó de la silla y fue en búsqueda de
las fotos de distintos planteles de All Boys que integró, demostrándome que también, y a pe-
sar de los años y la distancia, su corazón estaba pintado de blanco y negro.
Su nombre, José Carlos Andrade –Zezinho–, pero para todos los que tuvimos la suerte de verlo
jugar será por siempre el brasilero Andrade… mi ídolo.
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