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EL CIBER ENCUENTRO | Sandra Monteverde Ghuisolfi

El ciber encuentro

de Sandra Monteverde Ghuisolfi

La propuesta llegó al Club All Boys por email y fue recibida con escepticismo y recelo por unos
pocos y un inmenso entusiasmo por parte de la mayoría. Era una oportunidad que no podían
perderse, de las que solo se dan una vez en la vida. Serían unos absolutos pioneros y las condi-
ciones resultaban muy prometedoras: equipación completa, publicidad mundial, retransmisión
para 53 países y unos cuantos pluses más.

Una famosa empresa japonesa experta en drones y robótica proponía un partido de fútbol, en
el que el equipo local a cuyos jugadores calificaban de expertos, minuciosamente preparados
y súper efectivos, se enfrentaría en un team contra los suyos, que eran robots con apariencia
humana de su propia fabricación.

Tras una discusión bastante acalorada en la que se barajaron muchas opciones, entre ellas el
oprobio que resultaría el perder contra unos pedazos de metal, uno de los jugadores explicó
que a todos les hacía mucha ilusión el encuentro y que ante tamaño reto, el resultado era lo de
menos; al fin y al cabo argumentó finalmente, una computadora le ganó varias veces al cam-
peón del mundo de ajedrez Kasparov y ya nadie se acordaba del nombre de la máquina.

Finalmente se decidió aprobar el partido, aun con la reticencia de algunos. Pero esta fue rápi-
damente olvidada ante el entusiasmo con que se tomó la noticia. Desde el primero al último de
los integrantes del plantel, todos los hinchas y simpatizantes y el resto de los conciudadanos
del barrio y de La Floresta, hasta los menos futboleros, se dispusieron a aportar su granito de
arena para que el encuentro fuera un éxito.

A causa de los preparativos, afanes y elucubraciones que conllevaba el evento, el tiempo se
pasó volando hasta que finalmente llegaron los japoneses, que no hablaban ni media palabra
de español, pero como son gente muy previsora, cada técnico era acompañado a todos lados
por un traductor que habían contratado con la debida antelación.

Entre sonrisas y saludos orientales de manitos juntas y mucho agachar la cabeza, lo que a va-
rios blanquinegros terminó provocándole diversos grados de contracturas y tortícolis, fueron
informados que el “Robot Team” no se podría ver hasta el momento del encuentro, ya que eran
productos de tecnología muy avanzada y no era cosa de andar exhibiéndolos por ahí gratuita-
mente.

El día del Cyber encuentro que había sido promocionado de forma masiva, tanto que las en-
tradas se agotaron en unas horas, la expectación era enorme. En el Estadio no cabía ni un
alfiler y salvo algún fanático de las computadoras con cartelitos del tipo: “cuando sea grande,
seré robot”, el resto del público se volcó de lleno a apoyar al “Human Team” (los nombres de
los equipos fueron una de las pocas exigencias niponas) con pancartas, banderas y cánticos
compuestos para la ocasión.

Primero salieron los anfitriones vestidos de blanco y negro con las letras HT en el dorso, emo-
cionados y entusiasmados, pero también algo nerviosos ante la visión del “equipo técnico” de
los japoneses, que se componía de un ordenador central del que partían innumerables cables,
antenas y aparatejos y que era dirigido mediante un dispositivo del tamaño de un celular, por un
japonesito esmirriado y con aire de suficiencia, que usaba lentes muy gruesas y parecía tener
menos de 20 años.

La ovación con la que los recibieron fue tan grande, que tuvieron que correr dos vueltas alre-
dedor de la superficie de juego saludando al público antes de que los espectadores se dieran
por satisfechos. Cuando se anunció la entrada del “Robot Team”, se hizo un silencio cargado
de curiosidad y expectativa.

La entrada de los robots con indumentaria plateada y roja, fue recibida con un gran Ohhhhhhhhhh

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