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ahora querían entrar ellos a sacar a patadas a los especiales representantes de nuestro querido
club, al que tan bien hacían quedar.
Al final todo se acabó, se dejó correr el tiempo y se dio por terminado el partido y los jovencitos
se fueron con caras de inocentes y mostrando disgusto por lo que consideraban una injusticia,
etc., pero sin ser golpeados por nadie.
Y en el vestuario se retorcían de risa por su ocurrencia con las gotitas de lluvia y también de
sorpresa por lo que había hecho el buen Jorge. A ninguno se le ocurrió pensar que podría reac-
cionar así, como lo hizo, más propio de cualesquiera de ellos, que de él.
Y se marcharon alejándose orgullosos y disfrutando de su amistad y sus complicidades.,
Luego, volvieron a jugar un tiempo en “la cancha nueva”, en la esquina de Alvarez Jonte y
Chivilcoy, siempre al aire libre, hasta que se hizo el actual gimnasio, que cortó por la mitad
lo que había sido ésta.
Más tarde, tomaron por distintos caminos de la vida, pero es de hacer notar, que además de
atorrantes, tenían algo especial, porque jugaban al básquet, trabajaban y estudiaban, cosa muy
extraña en esta época, y tres de ellos completaron sus estudios universitarios, recibiéndose de
médico, abogado e ingeniero. El cuarto, abandonó el Nacional Buenos Aires y fiel a sus princi-
pios y experiencias de vida anterior, hoy tiene una empresa de demoliciones.
El buen Jorge, falleció, muy joven, como ya se dijo.
Sólo uno, “El Alemán”, o sea el Ingeniero Carlos Graf, llegó a jugar en Primera División, tras el
ascenso logrado en 1966 bajo la dirección de Edgar Parizzia, aunque con casi todo el equipo
formado técnicamente en varios años por su antecesor, Florencio Marzoratti.
Y los tres restantes siguieron y siguen ligados al club en diversas formas. Sin figurar, pero
dando siempre su aporte.

Después de todo. All Boys no solo es una pasión futbolera, sino un cúmulo de recuerdos, agra-
dables en general, que tuve el honor y gozo de compartir con mi padre y mi abuelo, y luego con
mis tres hijos y mi nieta (Anotar: CINCO GENERACIONES DE SOCIOS).
Es además una fuente de lazos de amistad para toda la vida, formada en el barrio y en la ado-
lescencia, que hace que a quien no viste en varios años te lo encontrás en la cancha, en algún
partido, y te sentís como si no hubiera pasado el tiempo. Como si hubieras estado con él en el
partido anterior.
Y siempre con el entrañable cariño por los gloriosos colores blanco y negro que defendí (yo era
uno de los juveniles) y que llevo orgulloso en el corazón.
A tal punto, que cuando ejercía mi profesión (hoy ya me jubilé), en el Colegio Profesional era
conocido, un poco en broma, un poco en serio, como “El Hincha de All Boys”.
Cosa que no me molestaba, sino que me enorgullecía.
Difícil de explicar, fácil de sentir.

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