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ALL BOYS | HISTORIAS DE MI CLUB

Te siento en el latir

de Hector Antonio Villella

Una tarde se dio cuenta de que ese cruce de miradas le abriría un mundo nuevo. Y con el
tiempo notó que ese descubrimiento lo ubicaba en un lugar de pertenencia que algunos años
después llamaría Patria. Ya de estudiante en la facultad vería con alegría y orgullo que Freud
de algún modo decía que la Patria era la niñez y la adolescencia. Esas miradas encontradas
las compartió con un hombre ya mayor, un viejo para la época. Y fue un gol conseguido por un
wing derecho llamado Verdier en un partido contra Chacarita en el que AllBoys ganó por 3 a 1.

El Estadio de la calle Segurola estaba repleto. Esa jugada, que con el tiempo olvidó, y ese gol,
que también ya olvidado lo llevó a ver el puño cerrado y elevado de ese viejo, más el rostro
desfigurado por ese grito que no escuchó ya que fue tapado por los gritos de toda la tribuna,
lo que lo sorprendió, y es lo que aún hoy permanece en su memoria. Siguió viendo a ese señor;
en la cancha o caminando por Gualeguaychú, o por Nogoyá. Y a las miradas se le sumaba un
chau. O “¡Qué partido ganamos!”. O “Cómo nos bombeó ese referí”. Ese sentimiento de apego
y admiración por el pequeño territorio que era su barrio, fue conformando el mundo de Alejo
Bianco. Tanto, que en los actos escolares por las fechas patrias, cuando Alejo entonaba el
Himno Nacional o miraba la bandera cuando subía lentamente por el mástil, su pensamiento
iba hacia el viejo Estadio de la calle Segurola y revivía alguna jugada que finalizaba en un gol
de su equipo. Y aparecían en ese festejo más y más rostros que se sumaban y luego aparecían
cruzándose por las calles de Devoto, Villa del Parque o Floresta. Sin embargo, Alejo compartía
con los chicos del barrio, amigos o compañeros de la escuela, una característica común en
esa época. Que con los años y la historia del Club se iría diluyendo, pero que aún permane-
ce como un atesoramiento natural en muchos hinchas del fútbol. En los comienzos de cada
período escolar de la primaria, y también de la secundaria, se participaba de esta escena: un
compañero preguntaba “¿De qué cuadro sos?” “De AllBoys”, se respondía. “¿Y de Primera?”
“De River”, se decía. Entonces entre los compañeros quedaba que uno era de River, Boca,
Racing o algún otro “grande”, y luego de AllBoys. No importaba demasiado si uno solo iba a
ver al Blanco algún sábado. Primero estaba el de Primera. Pero Alejo de a poco se fue dando
cuenta de que su corazón no podía latir del mismo modo por dos pasiones distintas. Ya había
entrado en la adolescencia y a diferencia del fútbol, el gusto y el deseo por las chicas se daba
en dos, tres o más casos. Alejo también era hincha de River. Mejor dicho: primero fue hincha
de River porque su padre así lo había indicado. También por el entusiasmo de un tío y luego en
el barrio por algunos chicos mayores que él. Y todos convivían bien con ese doble amor de un
club “grande” de primera y AllBoys. Alejo iba a ver a AllBoys sábado por medio y los domin-
gos escuchaba a River en la vieja radio con lámparas que demoraba en sintonizar, y luego en
la Spika. Y disfrutaba el relato de Fioravanti. Esos jugadores eran superiores a los que él veía
personalmente y de cerca. Amadeo, Labruna o Sívori no eran lo mismo que Carceo. O Candal,
o Verdier. Pero él podía ver las caras emocionadas de estos jugadores a muy corta distancia.
El relato radial emocionaba pero no se podía comparar con estar en Floresta entre la gente. Y
en el monumental todo sucedía muy a lo lejos. Y ese primer acercamiento al fútbol a través de
River, se fue alejando poco a poco y casi sin darse cuenta. De los pibes de la niñez, su mejor
amigo era Miguel Pollaio. Miguelito. El sí que disfrutaba a River en el monumental. Ese viento
que nunca se detenía no lo molestaba y su atención en el partido duraba los noventa minutos.
Y él generalmente concurría domingo por medio. Y Alejo, que había ido pocas veces a ver a
River, fue abandonando la costumbre de escucharlo por la radio. El fanatismo del tío corrió en
dirección opuesta a su frialdad y lentamente fue derivando en una sutil insensibilidad. Además
el tío Paco era solamente de River. La escuela secundaria los separó hasta los fines de semana.
Miguelito en el industrial y Alejo en el Nacional. Varios sábados Alejo lo fue a buscar cerca del

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