Page 31 - ALL BOYS | HISTORIAS DE MI CLUB
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EL VIEJO | Jorge Daniel Abrego Valdés
-Tengo 90 años, los cumplí este Mayo…
Mi compañero y yo nos miramos. Tantos años ignorando a aquel abuelo, tantas historias
perdidas y tan poco tiempo para recuperar las oportunidades… solo Dios sabía cuánto
tiempo le quedaba al viejo… queríamos decir algo inteligente, pero nos causaba bronca
ponernos sentimentales.
El anciano sonrió. Él sabía… dio un par de palmadas y dijo:
-¡Vamos chicos! ¿Les dio un bajón o qué? Anímense, el siguiente partido será suyo.
-¿Irás a vernos? -–preguntó Maxi–
-No puedo ir –dijo el viejo tocando con vehemencia su mecedora–pero ahí estaré, en espí-
ritu, apoyando a las próximas estrellas del Albo –finalizó sujetándose la camiseta con una
mano y señalándonos con la otra.
Asentimos con la cabeza y dijimos adiós. Había dejado de llover. Las farolas apenas iluminaban
la calle. Vi mi reloj. Era muy tarde. Estaríamos en problemas en cuanto llegáramos a casa. Se lo
dije a Maxi. Apenas y me escuchó. Seguía emocionado. Le recalqué que en el momento en que
nos vieran nuestras madres se pondrían la gorra y estaríamos en el horno. Solo sonrió y dijo:
-No me importa… ¡Lo de hoy estuvo bárbaro!
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-Tengo 90 años, los cumplí este Mayo…
Mi compañero y yo nos miramos. Tantos años ignorando a aquel abuelo, tantas historias
perdidas y tan poco tiempo para recuperar las oportunidades… solo Dios sabía cuánto
tiempo le quedaba al viejo… queríamos decir algo inteligente, pero nos causaba bronca
ponernos sentimentales.
El anciano sonrió. Él sabía… dio un par de palmadas y dijo:
-¡Vamos chicos! ¿Les dio un bajón o qué? Anímense, el siguiente partido será suyo.
-¿Irás a vernos? -–preguntó Maxi–
-No puedo ir –dijo el viejo tocando con vehemencia su mecedora–pero ahí estaré, en espí-
ritu, apoyando a las próximas estrellas del Albo –finalizó sujetándose la camiseta con una
mano y señalándonos con la otra.
Asentimos con la cabeza y dijimos adiós. Había dejado de llover. Las farolas apenas iluminaban
la calle. Vi mi reloj. Era muy tarde. Estaríamos en problemas en cuanto llegáramos a casa. Se lo
dije a Maxi. Apenas y me escuchó. Seguía emocionado. Le recalqué que en el momento en que
nos vieran nuestras madres se pondrían la gorra y estaríamos en el horno. Solo sonrió y dijo:
-No me importa… ¡Lo de hoy estuvo bárbaro!
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